lunes, 31 de mayo de 2010

Apología de los dragones


Conrado Alzate Valencia, es uno de los poetas caldenses de obligada lectura; por tal motivo, en esta página va un ensayo sobre su poesía, su voz, sus imágenes, sobre la memoria, como así lo titula su autor, el también poeta Gabriel Arturo Castro.




Apología de los dragones: poesía con fervor o memoria simbolizada

Por Gabriel Arturo Castro

Podríamos titular la siguiente reflexión con uno de los siguientes lemas: Poesía con fervor o Memoria simbolizada. No importa la nominación. Lo vital es aproximarnos a la raíz espiritual que ha engendrado el libro Apología de los dragones. El escritor Roberto Vélez Correa manifestó que Alzate Valencia: “Ha logrado un acompasado juego del lenguaje para expresar conflictos, interrogantes, misterios, elegías y sentimientos trascendentales”. Ramón Cote Baraibar y Juan Felipe Robledo aseguran: “El autor demuestra un conocimiento del universo reflexivo y sensible que permite la estructura de poesía, y hay un acertado ejercicio de la creación de mitologías que le dan autonomía y rotundidad a los poemas. A su vez crea un mundo original rico en matices y signado por apreciaciones sólidas que consigue asombrar y seducir al lector”.
De acuerdo, en la voz lírica de Conrado Alzate Valencia domina la expresión de una poesía meditada, trascendente, llena de vigor, color, tono y calidez. Poesía que es comunicada desde un movimiento expresivo e intenso. Alzate Valencia asume el compromiso de la poesía como provocación, libre de toda atadura retórica, especulativa, decorativa o artificial. Lo primero que impresiona es su actitud personal trasladada a un lenguaje no separado de su creador, fusión de obra y autor. De entrada nos invita a recorrer territorios insospechados mediante la aventura del viaje por el tiempo, la memoria del pasado, el color exótico, turbador, de un nuevo y extraño mundo: santuarios, panales, semillas, peñascos, la casa tibia, ríos de hielo, la casa de los abuelos, libros sagrados, dragones, reptiles, diarios de guerra, el viento de la noche, la chimenea, el castillo y el fuego, el dolor, la pequeña aldea, pálidos forasteros, puentes, laberintos, una pradera llena de estrellas, el sótano de los juguetes mutilados, algo así como los habitantes de su poema Escritura, el cual dice en su primera estrofa:

Pone palabras en la piel de los frutos,
en las alas de los pájaros, en los molinos,
en los sueños de colores de los niños,
en las garras y el olfato de los felinos.

Poesía que infunde a la realidad la carga de una actitud emocional, los sueños del pasado despiertan para actualizarlos en una clara vigilia. El poeta lo expresa de manera enfática: “Desde tiempos inmemoriales estamos atados / a la mitología y a los seres de este territorio. / En él somos la conciencia y la vida del cosmos”. Lírica que podemos definir como una mezcla de universos extraños, presencia de lo fantástico, de lo espléndido, lo maravilloso y lo raro, lo cual se cumple de manera singular en el siguiente poema:

Los tigres del templo

Para nosotros, estos felinos son sagrados
como nuestros libros, nuestros santuarios
y los dioses bienhechores de las montañas.
Son seres amarillos que nos recuerdan
los tímidos rayos del sol de las nieves.
Por eso vivimos en armonía con ellos
y los cuidamos con amor todo el tiempo
como si fueran nuestra propia sangre.
Para nosotros, estos tigres son inofensivos.
Para otros, son el salto terrible de la muerte.

Construcciones imaginarias que fácilmente se condensan en nuestra realidad. Abundan imágenes sobrecogedoras de naturaleza mitológica y canalizaciones esotéricas que son desprendimientos, constelaciones, apariciones visionarias. Siempre la palabra tiene un afán de reconstrucción, donde el florecimiento de los motivos cae en tierra propia hacia la imaginación y el espíritu. Los símbolos e imágenes le dan a los poemas una continuidad necesaria de significación, en medio de aquellos aires singulares e infrecuentes, antiguos y radicalmente distintos. Los habitantes de este universo se asimilan con un movimiento repentino de asombro. La imaginación activa del autor recrea la vida en términos de tiempos y sitios lejanos, gracias a la fuerza de la analogía. El poeta despierta formas y rituales, restaura olvidadas ceremonias:

Ojo de oro del cielo que iluminas los cultivos,
los bosques, las casas y el río donde los niños
juegan con saetas de agua y peces plateados.
Aleja el rencor y el odio de nuestro pueblo.
No apagues vuestra dichosa lámpara de amor.

Evocación que conserva vigencia del presente, con base en un tratamiento fantástico. Siempre un decir vehemente, una intensidad expresiva, sostenida; la tendencia a recurrir al pasado para hacer una lectura contemporánea de hechos sublimados por la lírica personal. Sugiere, entonces, el autor, que es posible desde la poesía trazar imágenes imperecederas y símbolos como el dragón, del cual hace una defensa como ser alegórico, antiguo y arcaico, un poderoso medio a través del cual expresa debilidades, temores, ansiedades y un drama que atraviesa la obra para definir su profundidad emocional. Es menester recordar que el dragón posee connotaciones opuestas en Oriente y en Occidente. En Occidente simboliza la naturaleza más elemental y primitiva de la humanidad, que debe ser vencida por la fuerza y la autodisciplina, y en la mitología cristiana encarna a Satán y las fuerzas del inframundo. En Oriente, en cambio, el dragón se ve como un símbolo de alegría, de dinamismo, de buena salud y de fertilidad, y se piensa que su imagen protege de los malos espíritus. Es, en suma, el poder espiritual. El presente libro se acoge a la anterior noción simbólica, expresada en el poema que le da título a la obra:

Apología de los dragones

Ellos, que fueron seres alados de fuego,
hijos del Sol y hermanos del rayo,
seres que hicieron temblar el suelo
y derritieron las armaduras de los soldados.

Ellos, que volaron como el viento
por el cielo de la antigua China,
que robaron el ganado de los granjeros
y marcaron las rocas con sus llamas.

Ellos, que fueron animales extraordinarios,
tan reales como la lanza de sus verdugos,
ahora duermen en lechos invisibles de hielo.

Es la vuelta a los orígenes. Como decía Nietzsche: “El que vuelve a los orígenes encontrará orígenes nuevos”. No es una poesía evasiva o anclada sobre el pasado, sino una poesía proyectada en el tiempo, poesía que busca el porvenir. Conjuro, ritual, ceremonia viviente. “Hay en las cosas no dañadas por el hombre, en lo natural rodeado, un secreto de sencilla bienaventuranza”, afirma Fina García Marruz.
Entonces reaparecen en Apología de los dragones, fragmentos de la sustancia paradisíaca de lo no contaminado (los dioses bienhechores de las montañas, la tierra de los espíritus de la memoria, el espíritu del monte, los árboles de los pájaros, el lenguaje de la inocencia y la alegría, la noche maga, la luna coqueta y sus devaneos, las tardes de agosto, las inmensidades marinas) en un ámbito de realidad angustiosa, infernal, sedienta: “el salto terrible de la muerte”, “árboles secos”, “la brújula incierta”, “el ruido y la voz de los foráneos”, “las emboscadas grises de las nieblas”, “los pies ruidosos de los malos espíritus”, o “los pálidos forasteros de barbas luengas”.
Enfrentamiento continuo de realidades: los hombres inamistosos contra los espíritus del recuerdo; las durezas y las penas del mundo exterior frente a la casa íntima; el viento inamistoso de la noche y la noche jugadora de manos; los tigres amarillos de las montañas y el felino asolador de las pequeñas aldeas. Paraíso con infierno incluido, procedimiento que lo aleja del ingenuo romanticismo, el ingenuo, el del eclecticismo retórico y sin contenido. No, Alzate Valencia liga su expresión a aquél romanticismo que valora la conciencia subjetiva y en donde el sentimiento alcanza una jerarquía especial, inspirado en una visión dramática de la realidad que a la vez parece inaccesible, una aguda percepción individual de la naturaleza y una violenta pasión por la libertad. El escritor Mario Armando Valencia mencionó del autor su legado romántico en cuanto “al tono de tormenta e ímpetu, la exaltación y forma que transmiten sus textos”. Su protesta directa en el poema Los jurados de los concursos así lo indica: “Si ven un dictado de la soledad, del olvido, / de la angustia y la desazón de nuestro tiempo, / lo desaprueban sin piedad como si fuera/ la hojarasca y los ripios del peor romanticismo”.
Sin embargo su carácter romántico, el de mejor vertiente, se comprueba en de toda su obra a través de la variedad de formas, heterogeneidad que revela la fragmentación de su visión de mundo para nada sistemático, sucesiones de poemas sin enlaces preferentes. Ello lo menciono como una virtud, de la cual ha tomado su fuerza. El concepto de unidad aquí no es primordial, pues la obra no debe ser un todo autocontenido, según la concepción poética de Conrado Alzate Valencia.
Al interior de sus poemas es posible ver como florece la autobiografía, la confesión y las memorias. Otra característica es que el poeta no se reconcilia jamás con la realidad, siente añoranza por los periodos pasados, posee un anhelo de regresar al paraíso y enarbola una especie de exotismo que concibe una fantástica vida en sitios lejanos.
Lo anterior son las constantes y los estímulos de su imaginación y actividad creadora, junto a la última invariable que me permito comentar: su propensión al silencio y la interiorización de la obra como imposibilidad, donde el rastro de tinta es la única realidad. La primera estrofa del poema Apología del silencio lo testimonia:

Las palabras no son tan fundamentales
como creen los charlatanes insufribles.
Es mejor actuar con el lenguaje de los sabios,
es decir, con ademanes y silencios profundos.

O en el poema Mensaje desde el silencio:

Desde las regiones del silencio
donde habitan los sabios
y son inútiles las palabras,
deseo hablarte sin hablarte.
Es decir, comunicarme contigo
solamente con mis pensamientos.

La inutilidad de la palabra, porque el poeta se dirige hacia aquella zona negada por el verbo. Ausencia, marginalidad, incertidumbre, duda, vacilación, Alzate Valencia, por fortuna, detenta el escepticismo, pues sólo desea encontrar el limo de las palabras, el rastro al fondo de las sombras, no su esplendor engañoso:

Estos versos que se agitan en mis labios
como materia de un volcán en erupción,
sólo me han servido para escalar algunos sueños (…)
Con el ruido de estos versos vacíos, lo único
que he logrado es contaminar el mundo,
mancillar el papel y dejar correr la imaginación.

Y pese a ello el poeta quisiera que a través de esa sombra ausente que es la palabra, acto de fe, las cosas persistieran, se resistieran a la ausencia. Como consecuencia Alzate Valencia y su poesía se incrustan en el silencio. Silencio para acoger la palabra, dejar que el misterio irrumpa en nuestra realidad, en un espacio donde vive la imagen encarnada en sus manos y en una voz que responde al exigente llamado de la memoria. Fascinación, potencia, herida que a la vez indaga, busca, sueña e inquieta. Sólo así la evocación meditada de los sentidos posibilita el caudal de la poesía, circunstancias que son sugeridas por una palabra o una frase. Son expresiones escogidas, cargadas de fascinación, acuñadas para determinados instantes, una imagen interna o externa que aparece. Aquello que es aprehendido en un momento especial, concentrado, que toma contornos, en tanto que es una aparición. La memoria y la expectativa enlazan la aparición con las experiencias y sueños más antiguos de la humanidad, y con los tanteos de las búsquedas más recientes:

Somos hombres inamistosos,
predadores como los agujeros negros,
la muerte y el solapado olvido.

Se trata de una mirada que descubre detrás de lo insignificante “misteriosas cavernas”, que crea un doble efecto de distancia y extrañamiento. En Apología de los dragones vemos, entonces, los objetos de un modo no habitual, con un significado que trasciende lo meramente referencial, descubriendo lo que está oculto. Memoria simbolizada que alude a un pasado, la infancia personal y la infancia de la edad del hombre. La infancia de este libro es un estado donde predomina la sensibilidad y por lo tanto va siempre ligado a la magia, a la imaginación y el sueño. Autoexploración y un descenso al yo que traspasa fronteras. La impulsión verbal llena el vacío del pasado y las imágenes se desarrollan en una fuga, porque Apología de los dragones es una aventura por el tiempo. Su lenguaje evoca raíces, orígenes y sombras de murmullos. Una voz escuchada que es urdimbre, trama viviente, tejido de tiempos vivos que dialogan, ecos lejanos y cercanos, la casa de los abuelos pero también la ciudad globalizada, el dragón de fuego, la madre agua y la brújula incierta; el poema como una forma plasmada, presenciada y mantenida por la vivencia, el afecto, la imaginación y el oficio.

Revista Mefisto: Arte, Literatura y Medio ambiente. Pereira, Risaralda (2008)

Conrado Alzate Valencia

miércoles, 5 de mayo de 2010

PREMIO PULITZER 2010. DEBUT LITERARIO DE PAUL HARDING













El escritor norteamericano Paul Harding se llevó el Premio Pulitzer 2010 por su primera novela Tinkers. Un debut maravilloso que tomó por sorpresa a la crítica norteamericana.

El triunfo de Tinkers en los Pulitzers parece una historia de Cenicienta. Publicada a principios de 2009 por Bellevue Literary Press, una editorial pequeña e independiente que lleva pocos años y que se especializa en libros de arte y de ciencia, pasó de largo por las estanterías de las librerías. Sin embargo, los 500 ejemplares que se publicaron captaron la atención de los críticos quienes no dudaron en exaltar la maestría literaria de Paul Harding, un profesor de la Universidad de Harvard y de Iowa que hacía su debut literario con esta novela.

Como si fuera una bola de nieve los grandes diarios comenzaron a reseñar la novela, que pronto estuvo también en boca de reconocidos autores. Tinkers, la poética narración sobre los últimos días de un hombre moribundo y sus recuerdos de la infancia, comenzó a cosechar críticas excelentes como la que apareció en el Publishers Weekly “un ejemplo hermoso de artesanía novelística” o en el Hartford Courant –en donde también se mencionó que no había habido un debut tan exitoso para un autor norteamericano desde Matar un ruiseñor de Harper Lee– o la que salió en Los Ángeles Times, en donde se alababa la manera en la que la prosa de Harding construye imágenes entrañables y la forma en la que lograba fusionar lenguaje y percepción.

Con el premio Pulitzer, la novela se lleva su primer galardón. Un premio que en los últimos años se ha traducido en gran reconocimiento y éxito en ventas. Habría que pensar en la ganadora del año pasado Elizabeth Strout, quien con su libro de cuentos Olive Kitteridge ya ha vendido más de 472, 000 copias en Norteamérica, o en Junot Díaz, ganador del 2008 con La extraordinaria y breve vida de Oscar Wao, quien se ha convertido en una de las mayores promesas de la literatura caribeña contemporánea o en Cormac McCarthy, ganador del 2007 con La carretera, cuya voz apocalíptica cautivó a numerosos lectores y a los estudios de Hollywood, que están preparando la adaptación cinematográfica de su novela.


Los jurados del Premio Pulitzer declararon que Tinkers es: “una poderosa celebración de la vida en donde un padre y un hijo, a través del sufrimiento y la alegría, trascienden sus vidas y ofrecen nuevas maneras de percibir el mundo y la moral”. La novela venció a los finalistas Love in Infant Monkeys de Lydia Millet y In Other Rooms, Other Wonders de Daniyal Mueenuddin.

Nota tomada de la revista Arcadia.