jueves, 17 de noviembre de 2011

En el país del Sagrado Corazón

El colombiano promedio, el colombiano que debe salir todos los días a enfrentarse de lleno con la vida, sin un trabajo digno, sin seguridad social ni nadie que le garantice sus derechos, se tiene que volver audaz, creativo, demasiado inteligente, para volver a casa con el alimento que sacará una sonrisa a sus hijos o para hacer más llevadero su hogar. A esos colombianos, que somos la mayoría, deseo dedicarles hoy esta entrada; a los buenos colombianos que dejan de lado sus tristezas, sus verguenzas, sus sinsabores, y nos hacen comprender, así sea por un instante, que pese a todas las adversidades, se puede vivir en este país considerado del sagrado corazón.

Van estas fotos tomadas con mi lente. Retratos fieles de lo que hacen los colombianos, entre muchas otras actividades, para no dejarse morir ante la indiferencia de un Estado que aún no encuentra la fórmula mágica para tratar a todos por igual.

Una venta de mazorca en una calle bogotana.









Una nevera que sirve para guardar zapatos, en Cartagena.











Una foto de la actriz Megan Fox, de Transformers, publicitando un bar nocturno, en Pereira.










Una venta de cuadros, exhibidos sobre un carro, en Manizales.









Si tienes fotos similares, envialas a mi correo, para que hagamos juntos una galeria en honor al colombiano luchador, honrado y decidido. No como burla, sino como una muestra a su arrojo, a su valentía, a ver si el Estado llega algún día a mirar bien la letra menuda de la Constitución.

lunes, 24 de octubre de 2011

Norma y el fin de un sueño

Como se ha difundido ampliamente, el Grupo Editorial Norma hizo público el cierre de algunas  de sus líneas  literarias, con ellas incluso el fin del premio La Otra Orilla. Como escritor lamento este suceso de tan importante editorial colombiana, diciendo además que imaginen lo que pasa con aquellas pequeñas editoriales y, aún más, los esfuerzos que se ven abocados a realizar quienes pretenden sostener diversas publicaciones de todo tipo. Por ello mi voz de solidaridad y la transcripción del siguiente artículo copiado de la revista Arcadia, para que se hagan una idea más clara de lo que pasó. 

Por Lina Vargas.

La noticia se supo el pasado 30 de agosto: el Grupo Editorial Norma cerrará sus líneas de Ficción y No ficción para adultos, Verticales de bolsillo, y Autoayuda y Crecimiento personal. El comunicado, enviado por la empresa Carvajal Educación —de la que hace parte Norma— a escritores, colaboradores y agentes literarios era corto, seco y contundente. Allí se anunciaba que Carvajal concentraría sus esfuerzos en ofrecer productos y servicios al sector educativo y que por ello desinvertiría en las líneas que no hicieran parte de ese mercado. Desinvertir significa que Norma no volverá a contratar novedades, pero seguirá distribuyendo los libros de su fondo hasta finales del 2012. Además, mantendrá la publicación de textos escolares, literatura infantil y juvenil, y de gerencia, cuya participación en la facturación del año pasado sumaba un 20% —sin contar papelería que alcanzó el 73%— mientras que las líneas que van a cerrar llegaban solo al 3%. La desinversión —se lee en el comunicado— representa menos del 1% de los activos e ingresos de Carvajal Internacional, lo que supone una decisión sin dolor para la multinacional. Por lo menos desde la perspectiva de las cifras.

El cierre no causó la sorpresa esperada: en Twitter, por ejemplo, apenas si fue comentado. ¿Cuál es el motivo? Guardadas las proporciones, los cien años recién cumplidos de la editorial francesa Gallimard merecieron más de una primera plana. En este caso, solo hubo un par de menciones —el Encuentro de Narrativas de Realidad, organizado en Buenos Aires, desvió su tema de debate ante la preocupación de algunos de los escritores asistentes por el cierre de Norma— lo que no deja de llamar la atención, sobre todo si se tiene en cuenta que hace menos de un mes se anunció que el escritor mexicano Ignacio Padilla había ganado el Premio La Otra Orilla de Norma (a propósito, la editorial va a imprimir y distribuir la novela de Padilla, El daño no es de ayer). La respuesta al desconcertante desinterés quizás tenga que ver con lo lejana que se ve la época dorada de Norma, que comenzó en los años noventa cuando se inauguró la línea de Literatura y Ensayo de la que hicieron parte colecciones como La Otra Orilla, Cara y Cruz, Milenio y Vitral. Sí, Colombia es un país sin tradición lectora. Sí, se leen 1,6 libros al año, mientras que en Japón, 47 y en Argentina, cuatro. Sí, se venden los mismos 2500 ejemplares. Sin embargo, no era extraño encontrar un libro de Cara y Cruz en el pupitre de cualquier estudiante de colegio; más de uno descubrió a poetas como José Watanabe y Eugenio Montejo gracias a la colección de poesía y muchos descansaron con las traducciones de La Otra Orilla, hechas en Colombia y no en España, en las que un tonto es un tonto y no un gilipollas. “Norma fue la única empresa colombiana que peleaba en las grandes ligas de la edición y sirvió para que se desarrollaran proyectos editoriales importantes en América Latina —comenta Moisés Melo, antiguo gerente de Literatura y Ensayo de Norma—. Además, fue una escuela de editores, de traductores y formó a jóvenes en la literatura de manera similar a como lo hizo el Fondo de Cultura Económica con los lectores de ensayo hace cuarenta años”.

Cuando Melo ingresó a Norma, en 1987, la editorial llevaba veinte años haciendo libros de texto, gerencia e infantiles (curiosamente las mismas líneas que va a tener ahora) y recién había incursionado en el mercado de los pop-up. A comienzos de la década de los noventa, empezó una expansión internacional que veinte años después la llevaría a tener presencia en doce países de América Latina, producción editorial en ocho países y plantas de producción en cuatro. Como parte de esa expansión, se crearon las gerencias de Interés General y Literatura y Ensayo. En 1991, esta última lanzó la colección Cara y Cruz, el nombre se lo puso William Ospina, quien pasaría a ser uno de los autores más cercanos a la editorial y cuyo agente literario hoy, Guillermo González, afirma que ya están en conversaciones con otras casas para ceder los derechos del escritor. El primer libro publicado por Cara y Cruz fue María de Jorge Isaacs, y desde entonces, se hizo célebre el modelo doble de los libros de la colección: por un lado está la obra y por el otro, un ensayo y una cronología que incluye biografía del autor y hechos literarios e históricos.

Cara y Cruz, dirigida a los lectores jóvenes, surgió en un tiempo en que la educación en Colombia cambiaba. Ya no se trataba de impartir un canon ni había una verdad absoluta sobre la obra literaria, los ensayos, encargados a académicos colombianos, se ajustaban a ese nuevo modelo. La colección también tuvo una línea de filosofía con cerca de 20 títulos. Consuelo Gaitán, la editora de Cara y Cruz filosofía, destaca las traducciones realizadas por colombianos. De hecho, no hay un solo editor que haya pasado por Norma que no mencione la labor de los nuevos traductores que rompió con la desastrosa tradición española. Aparecen nombres como Nicolás Suescún, Elkin Obregón, Carlos José Restrepo, Hernando Valencia Goelkel y Héctor Abad Faciolince, que colaboró con algunas traducciones del italiano. La estupenda edición de las obras completas de Shakespeare es una muestra.

En 1990 Norma lanzó La Otra Orilla, la colección de literatura contemporánea más recordada y leída de la editorial, bajo la dirección de Rodrigo de la Ossa, hoy en Santillana. Los primeros libros de la colección fueron La visita en el tiempo de Arturo Uslar Pietri y Amirbar de Álvaro Mutis que se lanzaron en simultánea en la Biblioteca Luis Ángel Arango, en un evento al que asistieron los expresidentes Alfonso López Michelsen y Belisario Betancourt. Siguieron cientos de autores, entre otros los colombianos Tomás González, Andrés Caicedo, Juan Gabriel Vázquez, Evelio José Rosero y William Ospina —sobre este último, María del Rosario Aguilar, editora de la colección Vitral, recuerda que en una portada apareció William Opina. “Tuvimos que recoger todo y mandar a picar”—. La Otra Orilla publicó a Bufalino, Bioy Casares, Fonseca, Soriano, Roa Bastos, Bashevis Singer, Appelfeld, Piñón, Giardinelli, Le Clezió y Kawabata.

Carmen Barvo, directora de Fundalectura y exeditora de Literatura y Ensayo, comenta que cuando salió La historia de mi hijo de Nadine Gordimer, se dieron cuenta de que el libro tenía errores de composición por un proveedor externo que empezaba a digitalizar y cambiaba los signos ortográficos. Mientras lo recogían les avisaron que la escritora sudafricana había ganado el Nobel. Lo reimprimieron y se terminaron vendiendo 20.000 ejemplares. Moisés Melo menciona el caso de Las cenizas de Ángela, la novela de Frank McCourt, cuyos derechos costaron 4000 dólares y vendió más de un millón de copias. Y están las historias de García Márquez y Álvaro Mutis. Del amor y otros demonios vendió 250.000 ejemplares en un año e Ilona llega con la lluvia, 60.000. “Con Carmen Balcells (la famosa agente literaria) se negociaba comiendo —cuenta Barvo—. Los derechos de Mutis los adquirimos en un desayuno en el Hotel Plaza de Nueva York”. Arcadia se comunicó con Gloria Gutiérrez, directora de la agencia Carmen Balcells en Barcelona, quien no dio declaraciones respecto al cierre.

Otras dos colecciones que dejaron huella en Norma fueron Vitral y Poesía. La primera, a cargo de María del Rosario Aguilar, llenó un espacio prácticamente vacío en Colombia con cerca de ochenta títulos sobre ciencias sociales. La segunda —cuenta su editora Claudia Cadena, desde su apartamento en Buenos Aires— publicó textos de poetas como Ferreira Gullar, Derek Walcott, Raúl Gómez Jattin, Héctor Rojas Erazo y Salvador Espriu.

El tamaño justo

Otro de los motivos para que el cierre de Norma pasara inadvertido tiene que ver con que, de alguna manera, se veía venir. Hay quienes aseguran que la expansión fue un mal paso para la editorial que, en su mejor momento, generó entre cuatro y cinco millones de dólares y publicó seiscientos títulos al año y recibió propuestas de compra de Planeta y Random House Mondadori. Pero la expansión no contó con la infraestructura necesaria para prosperar. Si a eso se suman decisiones riesgosas como elevar el Premio La Otra Orilla de 30.000 a 100.000 dólares, pagar anticipos altísimos a autores como Bioy Casares y Le Clezió y descuidar las relaciones con los libreros independientes, el resultado era inevitable. La clave parecería estar en la frase de Ricardo Obregón, presidente de Carvajal Internacional: “O uno es muy grande o uno es chiquito, pero nosotros estábamos en un punto medio donde ni teníamos la billetera para apostarle a los grandes, ni estábamos en plan de hacer crecer autores pequeños”. Gladys Regalado, presidenta de Carvajal Educación concuerda: “Los números no nos dieron. Fue un problema de escala: las apuestas eran cada vez más grandes y nunca se llegaron a recuperar”.

Es cierto. “Este negocio ya no da para andar en limosina”, comenta Felipe Ossa, gerente de la Librería Nacional. También es cierto que el mercado de los libros de texto supera con creces al de libros de literatura —en el primer caso, la editorial es dueña de los contenidos, mientras que en el segundo solo adquiere los derechos del autor por un determinado tiempo— y, aun así, el cierre de Norma por lo menos plantea un par de inquietudes sobre el futuro de la edición en Colombia. O debería. “El cierre de cualquier empresa productora de bienes culturales, es malo. De una empresa productora de libros, es pésimo. De Norma, que se caracterizó por muchos títulos de importancia y autores de primera línea, es desastroso”, dice Conrado Zuluaga, director de Editorial Panamericana. Ana Roda, directora de la Biblioteca Nacional y antigua editora de Norma agrega: “Norma participaba en las grandes ferias internacionales, compraba derechos, encargaba sus propias traducciones, circulaba sus publicaciones en América Latina. ¿Qué más se puede decir? Una verdadera lástima”.

jueves, 6 de octubre de 2011

Un poeta nuevo premio Nobel de Literatura

Tal como estaban las apuestas, el nuevo premio Nobel de Literatura es el poeta sueco Tomas Tranströmer. Va este enlace para mayor información.




http://www.elpais.com/articulo/cultura/poeta/sueco/Tomas/Transtromer/premio/Nobel/Literatura/elpepucul/20111006elpepucul_1/Tes


Los dejamos con una muestra de su gran y bello trabajo.
17 POEMAS (1954)  (ur 17 DIKTER)



Lätt återkastas himlasfärers orrspel.
Musiken, skuldfri i vår skugga, som
fontänens vatten stiger mellan vilddjur,
konstrikt förstenade kring vattenstrålen.
Med stråkarna förklädda till en skog.
Med stråkarna som riggen i ett störtregn –
kajutan vräks under ett störtregns hovar –
och innerst, i kardanupphängning, glädjen.
I afton återspeglas världens stiltje,
när stråkarna satts an men inte rörs.
Orörliga i dimman skogens träd
och vattentundran speglande sig själv.
Musikens stumma hälft är här, som doften
av kåda står kring åskskadade granar.
En underjordisk sommar hos var man.
Där lösgör sig, vid korsvägen, en skugga
och spränger bort i bachtrumpetens riktning.
Av nåd ges plötslig tillförsikt. Att lämna
sin jagförklädnad kvar på denna strand,
där vågen slår och sjunker undan, slår
och sjunker undan.



Liviana, vuelve la bofetada de las esferas celestes.
La música, a nuestra sombra, inocente como
el agua de la fuente que sube entre animales salvajes,
artísticamente petrificada alrededor del chorro de agua.
Con las cuerdas disfrazadas de bosque.
Con las cuerdas como el aparejo del aguacero:
la lancha es azotada por los cascos de un aguacero
y en lo íntimo, en el atasco del giroscopio, alegría.
Esta tarde se refleja la bonanza del mundo,
cuando las cuerdas son instaladas, sin que nadie toque.
Inmóviles en la niebla, los árboles del bosque
y la tundra húmeda espejeando en sí misma.
La mitad muda de la música está aquí, como el olor
a resina anda en torno a ramas heridas por el rayo.
En cada hombre, un verano subterráneo.
En el cruce de caminos, una sombra,
y se aleja corriendo, siguiendo la trompeta de Bach.
La piedad inspira súbita cautela. Dejar
su disfraz de yo en esta playa
donde la ola golpea y se retira, golpea
y se retira.


miércoles, 5 de octubre de 2011

Los opcionados al Nobel de Literatura 2011

Esta es la lista completa de los opcionados al Premio Nobel de Literautra lanzada por la casa de apuestas Ladbrokes, en las que de nuevo aparecen figuras como Haruki Murakami, Don De Lillo, Salman Rushdie, Ian McEwan o Bob Dylan. Mañana conoceremos su nombre.

Adonis 7/1 Tomas Transtromer 12/1
Haruki Murakami 6/1 Peter Nadas 10/1
Assia Djebar 10/1 Ko Un 16/1
Les Murray 16/1 Thomas Pynchon 20/1
Nuruddin Farah 16/1 Philip Roth 16/1
Cormac McCarthy 20/1 John Banville 33/1
Joyce Carol Oates 33/1 Amos Oz 25/1
Mircea Cartarescu 40/1 Bob Dylan 5/1
Antonio Lobo Antunes 25/1 K. Satchidanandan 33/1
Antonio Tabucchi 40/1 Colm Toibin 33/1
Milan Kundera 40/1 Alice Munro 33/1
Don DeLillo 33/1 Cees Nooteboom 40/1
Adam Zagajewski 33/1 A.S. Byatt 33/1
Claudio Magris 40/1 Ngugi wa Thiong'o 33/1
Ismail Kadare 33/1 Maya Angelou 40/1
Ernesto Cardenal 40/1 Vaclav Havel 40/1
Christa Wolf 40/1 Margaret Atwood 40/1
Patrick Modiano 40/1 Rajendra Bhandari 40/1
E.L Doctorow 40/1 Bei Dao 25/1
Juan Marse 66/1 Samih al-Qasim 50/1
Viktor Pelevin 66/1 Ian McEwan 50/1
Salman Rushdie 66/1 Elias Khoury 66/1
Yves Bonnefoy 50/1 Javier Marias 66/1
Louise Gluck 50/1 Michel Tournier 50/1
Umberto Eco 50/1 Carlos Fuentes 50/1
Peter Handke 66/1 Gitta Sereny 66/1
William Trevor 50/1 Shlomo Kalo 66/1
Anne Carson 66/1 Juan Goytisolo 66/1
Chinua Achebe 66/1 A.B Yehoshua 66/1
Mahasweta Devi 80/1 Yevgeny Yevtushenko 80/1
Mary Gordon 80/1 Peter Carey 80/1
David Malouf 80/1 Vassilis Alexakis 80/1
Per Petterson 80/1 Jon Fosse 80/1
William H. Gass 80/1 Marge Piercy 80/1
Luis Goytisolo 80/1 Paul Auster 80/1
Jonathan Littell 80/1 Michael Ondaatje 100/1
Eeva Kilpi 100/1 F. Sionil Jose 100/1
Atiq Rahimi 100/1 Julian Barnes 100/1
Kjell Askildsen 100/1

martes, 30 de agosto de 2011

"Yo es otro"

De repente, Vitangelo Moscarda se da cuenta que tanto su mujer como sus amigos lo ven de un modo muy distinto a como se ve él mismo; es decir, el Moscarda que ellos están acostumbrados a ver y sentir aparece ahora con rasgos que propiamente no le pertenecen, que no le conocen, que lo hacen un hombre diferente a sí mismo, irreconocible. Entonces viene la confrontación con el espejo para ver con ojos propios lo que ellos ven, descubriendo, para mayor trauma suyo, que él continúa viendo la misma imagen de siempre. Sólo después, cuando comienzan a suscitarse situaciones incómodas de reconocimiento con aquellos que lo rodean, cuando comienza a sentirse un extraño entre ellos, despierta una obsesión incluso inútil por hallar en los espejos su propia “identidad”. Esa búsqueda de su “yo” en los espejos lo conduce a buscar el extraño que sus seres queridos ven, el doble que pueda existir, y para eso experimenta con los ojos cerrados, situándose frente al espejo, sabiendo que allí posiblemente se refleja ese otro yo, ese doble, pero cuando los abre ve la misma imagen suya, la que conoce: su rabia lo lleva a tal enajenación que ve otra figura reflejada, parecida pero no igual, que es lo que las personas ven en él, que se acomoda a cada uno según su naturaleza. En efecto, Vitangelo Moscarda entra en una degradación de su yo interior que crea nuevas personalidades para cada hombre, exterioriza a ese doble, a ese extraño según sea la ocasión y el lugar, comienza a vivir con su doble que se renueva una y otra vez, a dar vida a esos personajes que sólo cree reales en su imaginación. Entonces las personas que le conocían, impotentes ante lo que perciben, lo toman por loco. Moscarda queda indudablemente subyugado a su doble, a ése que cada vez que pasa por un espejo saluda efusivamente como a uno más.

Vitangelo Moscarda, uno de los tantos personajes del escritor italiano Luigi Pirandello, es copia exacta de aquello que nos toca vivir durante constantes periodos de la vida: El juego de los espejos, la búsqueda del doble, del yo interior, de la propia identidad, del ¿quién soy yo, del ¿qué es lo que quiero en la vida? Todo sucede en una serie de planos, por así decirlo, tan rápidos como el agua de un río al pasar por entre la garganta de un peñasco.

El tiempo, bien sabemos, es escurridizo. Los filósofos han buscado la verdad del retorno, del inicio, de la levedad de ser, del misterio de la muerte, entre tantas otras disecciones. Pero ahora, en un intento desaforado, tal vez motivado por personajes como Vitangelo Moscarda, por las constantes fluctuaciones del modernismo, de la era de la electrónica, del consumismo, de la globalización y de tantos vicios más, nos vemos abocados a un sinfín de circunstancias que enloda el pensamiento del hombre, que lo hace caer o dudar, que lo obliga inexorablemente a pararse frente a un espejo y hablar como en lenguas ante lo que ve.

“Yo es otro”, dijo Arthur Rimbaud en las postrimerías del siglo XIX, en medio del auge del simbolismo. Yo es otro, como anticipándose a nuestros días pero sin pretender ser moralista -yo tampoco lo pretendo- porque como dice Camus “no se puede disertar sobre la moral”. Sin embargo, yo es otro parecen gritar tantos ciudadanos ya sea porque buscan esa identidad o las circunstancias que los han llevado a ella son inevitables.

Pero que así suceda con escritores que, por hacerse merecedores de un pedestal dentro de una marcada burocracia, o porque la grandeza que sienten tener no les permite caminar sobre la tierra o volver a untarse de barro crudo, sí es preocupante. Enseñan máscaras tan impostadas que los espejos se revientan; rostros tan desproporcionados por el ego, por el despotismo, por la soberbia, que causan gracia, verdadera gracia como un payaso al quitarse el maquillaje. Los malos modales, las agresiones físicas y verbales, la descortesía entre unos y otros, las banalidades en las que entran como si todo mundo tuviera qué rendirles pleitesía, los convierte (ni siquiera yo me salvo) en aquello que muchas veces denuncian o critican.

A lo que quiero llegar es que si los que escriben continúan aprovechándose de esa credibilidad para agregar más violencia a un país que, por el contrario, necesita de sanos criterios y de otras acciones conjuntas; si siguen despotricando para agredir o aprovecharse de los escritores menos influyentes o menos leídos, la corriente de agua que trae lo más insano de la sociedad nunca va a detenerse, nunca va a permitir que la palabra sirva de unión entre los pueblos. Si los escritores mismos pelean entre sí del modo en que lo hacen, no deben esperar nada bueno de nadie, no deben esperar nada bueno cuando se miren al espejo (aunque muchos no lo esperan ni les importa y precisamente ese es el meollo del asunto). Y no es que el escritor deba ser una mansa oveja camino al esquiladero; simplemente es ser un poco más tolerante con lo que le causa disgusto o no es de sus afectos, que volvamos a la crítica constructiva que oriente mejor las artes y el pensamiento humano.

Es entendible que no se puede ser querido por todo el mundo, pero mi protesta va para que ese “yo es otro” no sea tan vulgar, y no nos encerremos en tantas polémicas que lo único que aportan es más violencia a la violencia, que sean retratos de un Moscarda cruel, cretino y desfigurado.

Finalmente, el poeta Juan Manuel Roca (quizá dándole una interpretación un tanto atrevida), lo descifra en su Canción del que fabrica espejos:

Yo fabrico espejos
Al horror agrego más horror
Más belleza a la belleza

jueves, 4 de agosto de 2011

XXVII Encuentro de la Palabra

La Corporación Encuentro de la Palabra invita a la XXVII versión del Encuentro de la Palabra, que se llevará a cabo en Riosucio, Caldas, entre el próximo 11 y 15 de Agosto.

Pueden encontrar información  completa en: 
http://www.encuentrodelapalabra.com/web/

jueves, 26 de mayo de 2011

El efecto Soho

 Disponía de dos horas para encontrar la edición 100 de la revista Soho. Dos horas para entregar la revista a cambio del antídoto, de mi vida. Un macabro trueque, por no decirlo de otro modo. No podía creer que estuviese siendo parte de aquello que las últimas seis semanas tenía en vilo a las autoridades: Siete muertos por envenenamiento. Y todo obedecía a un simple juego, a una puesta en escena idéntica a la película SAW.
         El hombre me advirtió que solo disponía de ese tiempo para llevársela: Si hay diversas cosas que pueden ir mal, irá mal, la que haga más daño*, me dijo con una voz cavernosa salida de esa boca que antes había besado. Tráeme la revista y vivirás. Es todo lo que pido. Aunque creo que es justo que sepas que el culpable de esto se llama Daniel Samper Ospina. Su revista es más venenosa para la sociedad que lo que yo te he dado. Si vives, debes recordarlo. Defiendo una causa. Una causa que hoy termina si me traes esa edición. No otra, porque allí están contemplados los 50 puntos básicos de su filosofía, y debo destruirlos. Pero eran las nueve de la noche y la ciudad estaba más caótica que mi propia existencia.
         ¿Cómo pude haber caído en su trampa?  De repente el hombre se acercó, me invito una copa de vino, me sedujo con gestos angelicales, con sus ojos penetrantes pero inquietos… poco después ya estábamos en mi apartamento, dispuestos para una buena noche de sexo, sin nombres ni promesas. Entonces, sin dar más largas al asunto, me enfrentó con la verdad: había mezclado el vino con estricnina.
         ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que me arrojé a la calle? No podía precisarlo, no con mi mente como un agujero negro, pues esa absurda manía de no querer atarme un reloj a la muñeca me impedía medirlo.
         La edición 100 de Soho era historia patria. Había salido al mercado dos años atrás y era imposible conseguirla; al menos no en los lugares que preguntaba y mucho menos a esa hora. ¡El asunto estaba perdido! ¡Sólo encontraba a la actriz Cristina Umaña en la portada de la edición 132! Ojeé la revista que tomé de un supermercado. Nada que encerrara la filosofía de Soho, salvo el conjunto de lo que dirigía Daniel Samper Ospina. Nada que me sirviera de trueque. Nada que pudiera devolverme la vida. Cada vez sentía más el ahogo inflándome el pecho. No sabía tampoco con exactitud qué atacaba la estricnina: si el sistema nervioso o sanguíneo.
         Sintiéndome moribundo, me senté en la primera butaca que encontré en un parque de la zona. ¿Quién podría creer algún día mi historia? Envenenado por una revista, qué ironía. Yo, que rara vez leía a Soho, que prefería un partido de fútbol o un párrafo de Pedro Páramo. ¿Por qué, simplemente, el hombre no la compró o la robó de algún lado? ¿Qué lograría combatir al apoderarse de una sola revista, si el mercado estaba inundado de ella? El ser humano es cada vez más proclive a su destrucción, pensé.  Y en medio de aquellos lastres mentales, maldije no haber salido de inmediato para un hospital y alertado a las autoridades. Quizás, a estas alturas, mi vida no estaría extinguiéndose.
         Una última mirada a mi pasado, me hizo recordar que Juano coleccionaba esa revista, entre otras particularidades. ¡Sí! ¡Él tenía una suscripción! ¡Le gustaba masturbarse viendo los cuerpos brillantes que salían en sus páginas! Sin la certeza del tiempo abordé un taxi, con mi boca reseca y mi lengua como un cactus; con la luces de una ciudad que llegaban a recordarme lo inútil que es vivir una vida improvisada, irresoluta…
         Llegué a casa de Juano, a tiempo, aún con vida. Apenas me abrió la puerta me arrojé sobre él para pedirle o exigirle la Soho 100. Creo que ya me salía babaza por la boca  y que no tuve ni la mínima cortesía de saludarlo. Me miró como si tuviera frente a sí un fantasma. Me dijo que lo sentía. Que no podía hacerme ese favor. Que le pidiera otra cosa. Yo le grité, aterrado, que necesitaba esa jodida revista, ese número; que era algo de vida o muerte. Juano abrió sus ojos como nunca, quizá con prevención o asombro, luego movió su cabeza para decirme que era muy extraño, demasiado extraño que justo una semana antes alguien había entrado a su casa, y entre muchas cosas de valor, después de revolverlo todo, sólo se había sustraído esa edición. Lo que continuó diciendo no lo escuché. No pude. La noticia o el veneno me derribaron fulminantemente.
         Ahora, en esta especie de purgatorio donde me encuentro, nadie me da razón de ese ejemplar. Todos callan. O se santiguan. Y ya no me importa haber muerto, pues esta es otra clase de vida. Como veo las cosas, mi angustia, mi condena es la prioridad de seguir indagando por ella, de saber qué la hace tan especial. Y si no es un complot o un código ultra secreto, creo que la respuesta lo obtendré cuando ese hombre o a Daniel Samper Ospina, pasen por aquí a purgar sus penas.

*Ley de Murphy.
Ilustración del pintor William Cardona. Quien esté interesado en sus obras seguir este enlace:
 http://williamcardona.blogspot.com/

miércoles, 18 de mayo de 2011

Man Booker International para Philip Roth

Roth, uno de mis autores favoritos contemporáneos, quien competía con otros destacados escritores, como el español Juan Goytisolo, el libanés Amin Maalouf, la italiana Dacia Maraini, las estadounidenses Anne Tyler y Marilynne Robinson, los chinos Su Tong y Wang Anyi, los británicos John Le Carre, James Kelman y Philip Pullman o el canadiense de origen indio Rohinton Misty, acaba de ser galardonado con este prestigioso premio literario a toda una obra. Va para él nuestro saludo de felicitación, quien ahora sólo debe esperar el reconocimiento de la Academia Sueca, porque es uno de los grandes favoritos para recibirlo.

sábado, 30 de abril de 2011

El túnel que no llegó a los 100 años

A la muerte esta semana del poeta Gonzalo Rojas, se suma ahora el maestro de El túnel, de Sobre héroes y tumbas, y de Abaddón el exterminador: Ernesto Sábato, Premio Cervantes en 1984 y quien este año cumplía sus cien años de vida. Nos deja para unirse a los grandes autores que han emprendido el camino de la otra gloria. Pero también nos deja con el sinsabor de no haber sido reconocido en vida por la Academia Sueca. 
Un salmo de gratitud para este hombre, cuyas pocas obras dejan una estela inacabable en la memoraia del mundo.

martes, 26 de abril de 2011

Paz en la tumba de Gonzalo Rojas

El poeta chileno Gonzalo Rojas ha muerto. Tras una penosa enfermedad ahora está al lado de los grande s bardos del mundo. Es un autor que no debe dejar de ser leido. Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 1992 y Premio Cervantes 2003. Paz en su tumba y a Chile este saludo por ser tierra del gran cantor de Qué se ama cuando se ama
Aquí va uno de sus bellos poemas:

¿QUÉ SE AMA CUANDO SE AMA?


¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué

es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,

o este sol colorado que es mi sangre furiosa

cuando entro en ella hasta las últimas raíces?


¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,

repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces

de eternidad visible?


Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso.

miércoles, 20 de abril de 2011

Adalberto Agudelo Duque y sus 32 premios literarios.


Recientemente salió publicado un artículo en la revista Cromos sobre la obra del escritor caldense Adalberto Agudelo Duque. En esta entrevista, el periodista Martín Franco, expone que Adalberto es el más “olvidado ganador” de una serie de autores colombianos que se ha dedicado a cosechar trofeos literarios, sea para romper algún record o para mantener su autoestima alta. 32 premios le reconoce: “Adalberto Agudelo Duque ha ganado 32 premios literarios y, sin embargo, muy pocos lo conocen. Casi nadie, a decir verdad. Pese a que ha pasado más de la mitad de sus 74 años escribiendo, ninguna editorial reconocida se ha animado a publicarlo, las librerías no tienen sus títulos en catálogo y en las bibliotecas públicas apenas aparecen tres o cuatro libros de cuentos y algunos relatos dispersos en diferentes antologías”.

La propuesta de Martín Franco sobre la vida y obra del escritor Adalberto Agudelo Duque, para muchos franca y objetiva, para otros perversa y amañada, es una cuestión que prefiero dejar abierta al juicio de quienes lo leen y no lo han leído. No tengo temor alguno de emitir mis propios conceptos sobre lo que significa o no su literatura en Caldas, su figura, su nombre; pero es una tarea, repito, para que la asuma cada lector con el juicio y la responsabilidad que ello le puede traer.

No obstante, a raíz de ello, decidí visitar al escritor Adalberto Agudelo en su propia casa, casi que siguiendo los pasos de Martín Franco, porque de un modo u otro siento que tanto uno como otro se ahogaron en una puesta en escena demasiado temeraria.

LA CASONA

A las 4 y 30 de la tarde de un día frío pero iluminado, llegué a La Casona, el lugar pactado para el encuentro. Allí, en una mesa junto a la barra, estaba Adalberto Agudelo Duque, con un poco más de canas pero con la misma seriedad que le he conocido y que quizás hace que le atribuyan un humor ácido o de viejo gruñón. Sentí curiosidad al verlo allí plantado en una silla, al abrigo de una chaqueta roja y un trago doble de ron con hielo. Su saludo fue afable, pese a mis prevenciones de años atrás y del artículo que pululaba esa semana. Lo acompaño con un café oscuro, sin azúcar como me gusta. Comenzamos a hablar de la historia literaria de Caldas en sus inicios, del fallecido Orlando Sierra, de la intertextualidad, de los jurados que otorgaron a sus libros inéditos los premios, de que es un “concursero profesional” porque se gana más así que con una editorial, de la Casona y sus múltiples historias, de su creencia que en Manizales no lo leen, de sus razones para no entender por qué hay gente que se empeña en descalificar los concursos literarios… “Son gente que no han ganado, que les da vergüenza decir que han participado en este o aquel concurso. Así es. O si no, mire que la escritora mexicana Elena Poniatowska recientemente se ganó el premio Biblioteca Breve; ¿es ella entonces una concursera?; ¿por ser ella quien es no tiene derecho a concursar? Que las editoriales de consumo no me publiquen, es otra cosa, porque los jurados de mis premios han sido de todos los tamaños. Quién es el equivocado: ¿Yo? ¿Ellos? ¿Las editoriales? ¿El periodista? ¿Los lectores?” No me arrepiento de concursar, y ahora con mayores ganas lo seguiré haciendo”.

Lleva su copa a la boca con suma religiosidad; hasta en el modo de ubicar la servilleta en la copa hay un rictus, lo admite. Luego insiste que si un ciclista se gana hoy la vuelta a Duitama, y años después se gana el tour de Francia, por qué debe ocultar que alguna vez ganó un evento de menor envergadura, arremete con cierta rabia, aludiendo a la descalificación de Martín Franco sobre los concursos que alguna vez se ganó en Caldas. “Pero cada premio es una sorpresa, cosa que él aún no lo sabe”.

Desde un viejo mostrador, el mesero me mira como con celo de lince, ya que debe pensar que soy otro periodista que pone palabras en su boca, y sin que sea invitado se acerca a vaciar un poco más de hielo en la copa de Adalberto y aprovecha para decir que no es cierto lo que en Cromos salió publicado, que fue malinterpretado y que por eso a Franco lo deberían expulsar, que no fue claro al transmitir lmucha de aquella información. Yo asumo una postura distante, o mejor ajena, ya que lo que se hizo en aquella ocasión sólo lo conocen ellos mismos y no tengo a Franco para escuchar su versión. No obstante, pienso que hay algo que no cala en todo esto, que se dio un giro perverso porque no se puede descalificar toda la obra de Agudelo Duque simplemente porque este sea “gruñón” o no sea amigo de todos o les eche sátiras a otros autores de un modo que podría caer también en lo perverso. Pero pienso que en este oficio son necesarias esas "enemistades literarias”, aunque unos la asumen con más severidad que otros.

Cuando Adalberto termina el segundo trago, son ya cerca de las seis de la tarde. Contrario a lo que sucede en esta ciudad gris, hay un bello crepúsculo que ilumina sus laderas. Es cuando decidimos continuar haciendo esta semblanza desde su casa, desde el sitio que Franco casi describe como un lugar en donde sólo pueden verse techos de zinc raídos por la miseria que la rodea. Ante esa escena, Agudelo sonríe socarronamente y no pude dejar de decir con esa voz que ya le conocemos: “Pobre güevón, se ve que no vive en esta ciudad”.


Segunda parte en la próxima publicación

miércoles, 13 de abril de 2011

Festival Literario en el Huila

"Distintos municipios del Huila serán el escenario propicio para desarrollar el “Festival de poesía y otros asuntos literarios”, en el marco del cual reunirá lo mejor de la literatura escrita por escritores huilenses y colombianos.

El evento se llevará a cabo del 13 al 16 de abril en Neiva y algunos municipios del departamento y cuenta con la coordinación de la Secretaria de Cultura y Turismo, a través de la Biblioteca Departamental en asocio con la Secretaria de Cultura de Neiva, la Agencia Cultural del Banco de la República, Comfamiliar Huila y Fomcultura.

El objetivo del Festival es hacer de la palabra un puente comunitario, una reivindicación de los valores culturales frente a la palabra creada y escrita a través de la participación masiva de los escritores neivanos y huilenses en la comunidad educativa, en las bibliotecas públicas, comunas, universidades y en los medios de comunicación, como herramienta para proyectar el acervo cultural de la región

Dentro de las actividades del Festival se destacan actividades tan importantes como el homenaje a los 40 años de la Biblioteca Municipal Huella, ubicada en la Concha Acústica de la capital huilense y que sobrevive calladamente con una labor permanente de promoción de lectura, facilitando así el acceso al conocimiento e integrando la comunidad lectora del la ciudad.

Actividades
 
Igualmente, el Festival incluye Talleres, lecturas y conversatorios simultáneos de escritura creativa en las instituciones educativas de la ciudad de Neiva; además de acercar la literatura a comunidades olvidadas como la de sordos-ciegos, jóvenes en proceso de rehabilitación -Hogares Claret-, entre otros, los cuales contarán con la asistencia de escritores locales e invitados nacionales como Evelio Rosero, Robinson Quintero Ossa, Hernán Vargas carreño, Nelson Romero Guzmán y Adrian Pino Varón, ganadores de diversos concursos nacionales y autores de importantes libros".

El poeta Esmir Garcés es la persona que viene desarrollando esta serie de actividades para bien de la memoria huilense.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Y el premio Alfaguara de Novela fue para...

Como lo anuncié en la publicación del pasado 15 de marzo, en la nota sobre el premio para el maestro Skármeta, el premio Alfaguara de Novela 2011 debía ser para un autor nada nuevo en las lides literarias (ver entrada más abajo). Y así fue: el colombiano Juan Gabriel Vásquez es el nuevo galardonado.  Quien se suma a la escritora Laura Restrepo, que ya había obtenido el premo con su novela Delirio. Buena por este autor nuestro, a quien admiramos, pero vuelve y juega la ruleta rusa: los últimos premios literarios se han otorgado a autores de las propias editoriales, nadie desconocido, siguiendo un comercio que ya todos conocemos con sobrada razón. Sólo queda participar en los premios literarios de la patria, si acaso, pues esperemos que el Ministerio no caiga en este juego de acomodar las fichas al mejor postor.
ADRIÁN PINO VARÓN ABOGADO - ESCRITOR

martes, 15 de marzo de 2011

Premio de novela a Skármeta

El autor de El cartero de Neruda, del chileno Antonio Skármeta, acaba de ser galardonado con el IV Premio de Novela Planeta-Casa de América, con su novela Los días del Arcoíris. Otro premio que queda en manos de uno de los grandes, pues como ya sabemos, el pasado 7 de febreo la mexicana Elena Poniatowska obtuvo el premio Biblioteca Breve. No hay discusión en cuanto a los autores ahora nuevamente premiados. ¿Qué sigue pasando en los concursos de estas casas editoriales? Esperemos a ver qué sucede con el Alfaguara, que por este mes debe estar anunciando al ganador. Pero lo digo de una vez: será un escritor bastante importante en las letras hispanoamericanas. Los otros, los nuevos como yo, tu o él, no estaremos en sus balanzas. De todos modos ahí los dejo con la noticia del maestro Skármeta, que por muy alto que sea su vuelo, es otro "concursero profesional", tema que abordaré en una próxima publicación.

lunes, 7 de marzo de 2011

Sobre el supuesto viaje a Bogotá de Supermán y Archer

Soy Archer.
El Archer del que hablan estos dos hombres llamados Adrián Pino y Juan Carlos Acevedo en un intento de crónica roja o rosa.
Pero no los conozco.
No sé por qué están hablando de mí.
No sé de ningún viaje ni me interesan sus poemas o su prosa.
Creo que están equivocando el camino, que comprometen su futuro al hablar de alguien que está por encima del bien y del mal.
Les pido que me dejen tranquilo.
Soy un río que se desboca con gran facilidad, al que le llueve mucho, que trae demasiados troncos secos, por el que ruedan inmensas rocas.
Les llamo la atención para que no inventen más historias con mi nombre, para que digan que he sido su compañía en un viaje tonto como deben ser ellos. No me gusta la mentira. Si desean ser grandes escritores, empiecen por decir la verdad. O la verdad les caerá encima como la roca de Sísifo.
Repito: no los conozco ni deseo conocerlos. 
Es sano olvidar en estos tiempos. No lo olviden.
Y si he podido hackear esta página con solo mover el mismo dedo que aprieta el gatillo, imaginen el riesgo que corren de no hacer caso a esto que digo.

Archer

lunes, 28 de febrero de 2011

Viaje a Bogotá de Supermán y Archer

En 1928 el filósofo Fernando González y Benjamín Correa inician un viaje a pie que los lleva por varios puntos de la geografía colombiana. Las huellas de sus vivencias quedaron reunidas en el libro Viaje a pie, una obra que leí por primera vez hace 18 años y que me permite relatar hoy, sin la profundidad del filósofo antioqueño, el camino que inicié el pasado 22 de enero hacia Bogotá, pero en automóvil y en compañía del poeta Juan Carlos Acevedo. Fue un recorrido de ida y vuelta que duró una semana. Un recorrido que ambos acordamos narrar desde nuestra óptica, en nuestras páginas. Y esta es su historia, al menos la de ida:

Me levanto a las 6 de la mañana. El frío es monumental en este lado del mundo donde ahora vivo, donde ahora respiro. Dormí bien, con algún sueño erótico atravesado entre mis sábanas. Sonrío al recordar que en pocas horas llegaré a Bogotá donde me espera la musa de mis alucinaciones, de mis entusiasmos, de mis perversiones. Sonrío de saber que será una semana conociendo la vía láctea al lado suyo. Me tomo un jugo de naranja con algo de miel. Reviso el carro, las llantas, el agua, el equipo de carretera, el botiquín. Contemplo el paisaje sobre la que está levantada mi casa, mi chimenea, mis libros. Hago un gesto de aprobación como si fuera a emprender un viaje al fin del mundo. Luego desciendo la montaña en compañía de mi nuevo amigo llamado Archer. Un tipo impertérrito y silencioso como pocos.

Después de una hora de camino, llego a Manizales. Juan me espera en la esquina de su casa. Lleva una maleta que hace juego con su camiseta de Supermán (por lo grande y colorida). Intuyo que no ha dormido muy bien por las ojeras que sobreviven bajo sus párpados. Me confirma la sospecha, aceptando, además, que bebió hasta las 3 de la mañana con un amigo que casi lo mata a punta de declamaciones, de poemas lacrimógenos. Yo le digo que mientras no se duerma, ni me repita las declamaciones, ni me vomite el auto, puede ir conmigo hasta el infierno. Me da la impresión de que tampoco se ha bañado, pero evito hacer comentarios porque yo no soy el mejor de los ejemplos. Hace algo de sol, y a las 9 en punto comenzamos la odisea por la Avenida Santander, mientras yo llevo en una mano un café oscuro y Juan una gaseosa colombiana.

Ya perdí la cuenta de cuánto llevamos Juan y yo de amigos, allá por la época de la Casa de Poesía Fernando Mejía, cuando intentábamos dar el gran salto hacia la Poesía. Flacos ambos pero inflados de deseos por ser el mejor poeta de la generación cuando apenas, si acaso, habíamos leído a Neruda o a Julio Flórez. Esas sospechas la corroboramos entre una historia y otra, pues de entre tantas cosas que recordamos salió a luz nuestros comienzos en la literatura, aquella noción de ser y no ser en la palabra. Los cómics fueron nuestro punto de encuentro. La pobreza de los barrios que habitábamos. La ausencia de un padre que nos llevara de la mano cuesta arriba.
 Recordamos muchos nombres, incluso la anécdota de pasillo, cuando éramos talleristas de la Fernando Mejía,  que anunciaba que el poeta sería sin duda alguna Mauricio Castro. El buen amigo Mauricio que hoy se dedica a otras buenas y nobles tareas, menos a la poesía en el estricto sentido de la palabra. Así es: Juan Carlos termina siendo el poeta de la generación, pues como ya han podido darse cuenta ustedes, yo he claudicado como muchos otros, por falta de talento o física pereza, y me he entregado a las delicias de escribir historias (pero tampoco puedo decir que soy el narrador de mi generación, pues es algo aún muy pretensioso).

Dos horas después estábamos almorzando al lado del Gran Río de la Magdalena, en un pequeño restaurante de Puerto Bogotá. Atendidos por una diminuta mujer que se comía las uñas (cuando vi lo que hacía con sus manos ya habíamos devorado un trozo de sobrebarriga frita); bajo un sol inclemente pero apropiado para viajar; enfrentando la cara de Juan que parecía recién salido de ultratumba. Libres ya del monstruo que produce hambre, continuamos la marcha hacia el primero de los altos, trayecto en el cual fuimos chocados por la imprudencia de un taxista que no vio cuando fuimos obligados a detenernos en una cuesta por el lento tráfico vehicular. Por poco y nos toca pagarle al taxista con versos o libros que llevábamos en las maletas, pues aducía que era una injusticia que le cobráramos por el daño, ya que al pagarnos le estábamos quitando la comida del día. Si no es por Juan, que sabe arreglar con sabiduría las cosas, creo que hubiéramos terminado en una estación de policía, y allí la poesía poco entra.

Pasada la primera prueba del viaje, retomamos la ruta y las anécdotas de vida que han nutrido no solo nuestra palabra sino nuestra memoria y espíritu. Los padres, los hermanos, las mujeres, los libros, las huidas, los sueños… empezaron a fluir entre nosotros como una catarsis muy íntima que nos permitiría aunar esos lazos de amistad.

Una cosa sí teníamos claro y en común: los hombres y mujeres que admirados de Caldas, los eventos que nos han formado tanto en los inicios como en estos tiempos (entendiendo que cada nueva faena trae su inicio y su deslumbramiento y su inexperiencia), los propósitos como escritores y el irrefrenable deseo de ser mejores en cada uno de nuestros campos, y el evitar las trampas que trae sentir que se ha alcanzado medianamente un éxito o un reconocimiento… Y aquí deseo hacer una de las más bárbaras confesiones: Estamos enamorados de la misma mujer. ¡Se imaginan! Brook Shields, la protagonista de la Laguna azul, nos ata de pies y manos el corazón.

Cuando menos lo esperamos entramos a Bogotá, por la calle 80. Allí, después de un par de llamadas, nos dirigimos a la casa de la bella Gloria Luz Ángel, donde Juan se quedaría, donde pude descansar un poco antes emprender mi viaje hacia el lugar donde el universo me esperaba. Y entonces “sonó un grito de alegría en la noche”.

PD. 1. Dejé a Juan en casa de Gloria Luz. En esa media hora que tenía antes de llegar a mi verdadero destino, supe que la admiración de Juan por Supermán era muy contundente, y me dio miedo pensar que Archer, nuestro silencioso acompañante, llegara a ser el Lex Luthor de esta historia compartida.

PD. 2. La crónica sobre este viaje del poeta Juan Carlos Acevedo la pueden leer en: www.santosoficios.blogspot.com