miércoles, 25 de marzo de 2009

La fiesta del equinoccio


*Por Federico Diaz-Granados



Nuestro admirado Aldo Pellegrini nos invitó a contribuir a la confusión general. Por eso el Gimnasio Moderno, esta casa centenaria, acoge en la tarde de hoy a todos los confabulados interesados en emprender la verdadera aventura esencialista de la creación y el asombro, fiel a su talante liberal e incluyente y a la herencia humanista de los padres fundadores que nos enseñaron que sólo a través de la poesía y la literatura podríamos entender las proporciones de una sociedad más justa y solidaria.
Se nos ha recordado a todos que en los tiempos primitivos la poesía servía para llorar y celebrar el mundo. Hoy la poesía continúa teniendo, entre tantas, la función de exaltar la existencia y lamentar y combatir la muerte.
El poeta portugués Eugenio de Andrade nos ha mencionado que la única y verdadera moral de la poesía “es que se rebele contra la ausencia del hombre en el hombre porque si éste se atreve a -cantar en el suplicio- es porque no quiere morir sin mirarse en sus propios ojos y reconocerse y detestarse o amarse”.
Desde Homero hasta San Juan de la Cruz, de Virgilio hasta William Blake, desde el lamento del pobre Job hasta Fernando Pessoa, desde Hölderlin hasta Nazim Hikmet la mayor ambición del quehacer poético siempre ha sido la misma: Ecce Homo, repite De Andrade y parece decir cada poema: He aquí al hombre, he aquí su fugacidad sobre la tierra. Porque el futuro del hombre es el hombre, estamos de acuerdo, pero el hombre de nuestro futuro no nos interesa desfigurado y ahí sobrevivirá la eterna y misteriosa poesía. Ausencia y presencia, vacío y plenitud, duda y certeza estarán presentes por siempre en la palabra.
¿Quién sino el poeta para devolverle al mundo un poco de la belleza y el horror que éste nos ha otorgado? ¿Quién sino el poeta para traducir la libertad del hombre y de sus sueños? La poesía no va a resolver, ni ha resuelto nunca los conflictos, ni el problema del hambre y seguramente hoy no solucionará el flagelo del secuestro o el de los desaparecidos o el de los torturados, pero siempre nos ha acompañado (a lo mejor desde el abuelo pitecántropo) y nos ha ayudado a sobrevivir gracias a su belleza. Quizá esa sea su única obligación, ser bella, sea cual sea su tiempo y su tema y revelar como un álgebra lo oscuro y lo desconocido. Por eso celebrar el Día Mundial de la Poesía es festejar el triunfo del asombro, la solidaridad y el compromiso en tiempos de la globalización y la deshumanización. No sería justo estar aquí sino fuéramos conscientes que exaltar el Día Universal de la Poesía, en el equinoccio de primavera, es proclamar una vez más el triunfo de la poesía como la verdadera resistencia del hombre en su paso por esta aventura de la vida sobre la Tierra.
En este complicado, difícil y caótico mundo que nos correspondió la poesía se sigue definiendo como un milagro y se sigue defendiendo ante toda propuesta virtual. El hombre está en crisis hace mucho tiempo y su catástrofe nos recuerda una especie de Titanic de nuestra modernidad. Por eso, cuando quede el último de nosotros, solitario sobre la única roca erguida sobre la tierra, en aquella noche final de los tiempos, sólo tendrá a su lado la poesía, la palabra, la plegaria o la imprecación como compañía.
Saint-John Perse dijo en su discurso de aceptación del Premio Nobel que cuando las mitologías se desvanecen, lo sagrado encuentra en la poesía su refugio y quizá su relevo, porque la poesía moderna se adentra en una aventura cuya meta es conseguir la integración del hombre. Eso es lo que festejamos en la tarde de hoy, la integración del hombre a través de la palabra de siempre.
La poesía, escribió García Márquez, “por cuya virtud el inventario abrumador de las naves que enumeró en su Ilíada el viejo Homero está visitado por un viento que las empuja a navegar con su presteza intemporal y alucinada. La poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda la fábrica densa y colosal de la Edad media. La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana que cuece los garbanzos en la cocina y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos”.
Bienvenidos poetas, bienvenidos todos ustedes a esta casa de poesía y celebremos nuestra gran recompensa de presenciar el milagro del hecho poético en tiempos de la amnesia y la paranoia donde no tienen cabida los milagros ni la taumaturgia. Bienvenidos poetas herederos de una tradición honda y verdadera que hoy cada uno de ustedes homenajea con su voz.
En conclusión quisiera citar a Pablo Neruda quien nos recordó que: “sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres. Así la poesía no habrá cantado en vano”.
Que la poesía sea nuestro pastor y nada nos falte…

*Poeta, catedrático y ensayista colombiano.
La tercera versión del Día Mundial de la Poesía convocó a 180 devotos en la Universidad Nacional de Colombia y 320 en el teatro del Gimnasio Moderno.

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