martes, 6 de agosto de 2013

Un poeta en busca de su montaña sagrada

Recientemente, el periódico virtual Con-Fabulación, publicó una semblanza que del poeta de Riosucio (Caldas), hiciera el otro también bardo, Omar García Ramírez. Cuando uno se encuentra con palabras como las que he decidido transcribir más abajo, me invade una sensación de alivio, de bienestar, de una magia sutil y permanente toda vez que es justo el reconocimiento a hombres de la casta de Conrado Alzate, un hombre que tiene la palabra decantada a flor de piel, incluso en sus gestos o expresiones; un hombre de sabiduría y de un desinterés por las cosas que hace al meter las manos al fuego por sus amigos, por rescatar la cultura literaria de un olvido en el que los últimos gobiernos de Caldas la han sumido. Para el poeta y amigo Conrado, saudades por todo aquello que hace desde el púlpito de la palabra; y para el poeta y amigo Omar, gracias por decir lo que dice con esa solemnidad propia de quien conoce lo que es ser honorable y respetuoso en estos tiempos en que poco importa el prójimo. Un abrazo fraternal a ambos. Los dejo con el texto de Omar García.

Por Omar García Ramírez
 
Conrado Alzate Valencia, escritor caldense de cultivada y refinada vena lírica, sabe que una de las razones del poeta en estado de gracia es dar testimonio de fe. Su pagana religión, su eco-hábitat sacralizado, es la tierra. Habla el poeta a las nuevas generaciones como un viejo chaman hablaría a sus jóvenes iniciados, invitándoles a la maravilla y al poder mantico del árbol, del río, del bosque y la montaña. Con un lenguaje en donde el panteísmo iluminado por las ideas de Leadbeater dibuja las ondinas y los pequeños dioses protectores que respiran entre los amaneceres y los ocasos de nuestras montañas.
Requiere la poesía de germinadores del sueño, de inspiradores del mito, de continuadores de la literatura oral de los ancestros. Conrado asume esta tarea con presteza y la hace diáfana y grácil, poderosa y mágica. Los elementales del bosque encuentran en él a su guardián que como poeta maduro de tierras de montaña, empuña su callado y cala su sombreo al emprender la senda de los que hablan a la montaña en el lenguaje de las formas arquetípicas, los sonidos magnéticos y los murmullos vegetales.
Este libro de “Poemas Ecológicos” debería darse a conocer en las escuelas y colegios de nuestro país, ya que el bullicio de los medios masivos de alienación, ha apartado a los jóvenes del esfuerzo físico del camino a la montaña, de la lluvia que golpea la cara de los caminantes, de las estrellas que alumbran las noches de los que van al encuentro de la Madremonte, el Duende de la montaña sagrada y el Mohán de las cuevas lacustres.

El poeta peregrino, arma una fogata al final de su jornada y habla para que el espíritu del fuego fraterno forje la hermandad del bosque. Ya lo había descrito en clave hermética Thomas Mann en su “Montaña Sagrada”, el hombre en la soledad de la montaña encuentra la plenitud del mundo, su propia cara, los múltiples espíritus  ––de horror supranatural, de beatifica iluminación–– que se manifiestan en las rudas pruebas del buscador, del iniciado.
Conrado Alzate Valencia, escritor de acrisolada cultura, tradición y oficio; poeta que ha ejercitado su espíritu y refinado su ministerio, en los retiros a las montañas colosales del gran Caldas y el Eje cafetero Colombiano, y que a la manera del gran Thoreau, ha construido con sus manos su frágil cabaña de meditación, su tienda de campaña iluminada por las estrellas que cantan y danzan bajo en el silencio del mundo;  nos regala, engastadas entre el musgo verde de estas poesías; leyendas y fábulas que se perdieron bajo el ruido de la civilización y de la vida urbana.
Una vez de regreso lo encontré y le pregunté: ¿Poeta de dónde viene?
Con su cara broncínea y su barba de ermitaño, hermano del animal totémico, aureolado por el duende, me respondió: “De encontrarme con mi soledad en la naturaleza, pero todo en mi canta”.

 
MONÓLOGO DE LA SEMILLA 



Veo el espíritu del bosque creando, 

sopesando la raíz, la savia, el tallo

y las hojuelas de una nueva creación.



Veo una pequeña fábrica de oxígeno, 

de flores, de mariposas y de frutos.

Veo un árbol feliz como los seres del río.

 
Veo la tierra y el agua que me nutrirá,

un jaguar dormido en mi sombra

y los pájaros de la tarde en mis ramas.  
 

Texto original publicado en la revista Con-fabulación

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