viernes, 2 de noviembre de 2007

Literatura y ciudad (1)

PRIMERA PARTE

1. Aborrezco los conceptos. No los justifico por mi debilidad para hacerlo o por mi falta de buen juicio para abanderar un tema u otro. No puedo negar que los ejercicios intelectuales nos nutren y a veces hay exclamaciones de júbilo por parte de quienes los leen o escuchan. Pero entre más distantes estemos de esos compromisos -sobre todo si son para ofender o criticar aquellas obras que no son de nuestro agrado o no están dentro de nuestra línea-, más libre estará nuestra palabra de ser cercenada, de barricadas por aquello de los perjuicios, de perder la inocencia como ocurre cuando el niño despierta adulto. Pero esta es otra historia.

2.Fenómenos como el posmodernismo, la globalización o el consumismo nos han sumido necesariamente en una urbanidad que nos viste cada día con sus estigmas. El pensamiento del hombre que se dice moderno es resuelto, lleno de imaginación aunque vicario en otros espacios; por eso el orden ascendente o descentende de la ciudad lo atrapa. Ser citadino es una condición muy intimista. Entonces se entiende que el hombre abandone el campo, todo su contexto, y se arroje a la ciudad para conquistar o morir en ella.

3. Las letras también se han visto abocadas a esta condición. No son pocos los escritores que hablan de ello o escriben bajo un marco urbano. ¿A quien no le gusta leer un texto donde se hable de su entorno, donde se identifique con una calle o una esquina o un bar o un cuerpo o un edificio de treinta pisos, o cuando menos se desmitifique algo? No en vano los nombres de los nuevos escritores colombianos son de jóvenes que no sobrepasan los cuarenta y cinco años. Su oficio es contar historias muy urbanas; historias que atraen o sugieren, que nos dicen que estamos viviendo el siglo de "gastar gasolina" hasta para ir a dormir.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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