sábado, 3 de noviembre de 2007

Literatura y ciudad (2)

SEGUNDA PARTE

4. El escritor también se vuelve urbano. Se asoma por la ventana de su piso, escupe cuando menos para calcular la distancia, observa la ciudad a sus pies como una ola de cemento y vidrio, y piensa que lo que tiene ante sus ojos puede ser suyo; y viaja en carro,entre calles o semáforos y puentes y smog, recorriendo esa ciudad que siente suya, o camina con pasos sigilosos, ansiosos, por aquí o por allá, mezclándose para ser duro o más humano, para salvarse del olvido -si es que hay salvación- o de sí mismo como de una alcantarilla abierta en mitad del andén al doblar una esquina. Y todo por defender su urbanidad.

Su sensibilidad, su percepción se acelera a medida que se adentra en la ciudad. Las facilidades que encuentra le permiten esa aceleración en su discurso, ese soporte para narrar lo que antes creía imposible. El paisaje ahora no es de tierra ni tiene el olor a fuego de leña seca; el paisaje somos ahora todos con nuestros fracasos o esperanzas. Es cada tuerca y tornillo que mantiene fija la ruleta rusa donde vivimos.

5. ¿Recuerdan a Pink Tomate de Opio en las nubes? ¿Al Rep de Efraim Medina? ¿Al beso de Rosario Tijeras? ¿A María, de Satanás, gritando tinto o aromática en la plaza de mercado? ¿Al Nino Bravo en los cielos de Octavio Escobar? ¿Al desbarrancadero de Vallejo? Y hay más, sólo por tomar algunos ejemplos de cómo se inserta lo urbano en la literatura, y viceversa. Es hablar de nosotros tal y cual somos: seres comunes y corrientes, siendo héroes o antihéroes a nuestro modo de ver y entender la vida. Atrás quedaron las historias con vericuetos en cada trazo como un cuadro abstracto. El talento de los escritores nuestros no ha entrado en detrimento por el solo hecho de hablar con desparpajo de temas antes no concebidos. Ya no produce miedo decir mierda, cebolla, internet, o abordar tópicos como la violencia en las calles de una ciudad o el amor de pareja en un barrio de pesebre...

6. La producción literaria de los últimos tiempos se encamina por un estilo urbano cercano al videoclip y al cine. Aquí se manifiesta otra presencia: la del cine, es decir, se escribe como imágenes que pueden ser llevadas a la pantalla; otra insertación en la nueva narrativa. El manejo de lo social está allí, en ese espejo que desencantamos a cada trazo, que desempolvamos como un trapo sucio expuesto por mucho tiempo a las inclemencias del mundo con sus absurdos.

7. Lo urbano se inserta día tras día en cada línea porque nos acerca a lo cotidiano, a lo que vivimos en la intimidad de un baño o en una sala de espera de autobús. El escritor tiene que volcarse a lo urbano porque se acepta que los tiempos cambian, lo que no significa que se pierda el valor literario de una obra como piensan algunos. Es, simplemente, contar una historia bien contada. Volver a ese principio universal y tan nuestro de decir y nombrar las cosas.

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